Editorial

Los amigos del zapato naranja abren sus puertas al ciberespacio. En este sitio se irán publicando los textos gestados en los míticos encuentros repletos de amor y vino tinto. Les deseamos una feliz lectura.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Supermercado V

A los cinco años se perdió entre las góndolas durante no más de quince minutos, le soltó la mano a su madre y de repente se encontró solo frente al frigorífico. Era el Chile bajo el gobierno militar y en su mundo no lo hubiese comprendido. Se sentó a llorar. Y lloró más. Las viejas de la sociedad alta de Santiago encontraron al niño y lo llevaron hacia una de las cajas. Allí apareció su madre, nerviosa y abrazó al niño que se mantuvo impresionado por lo que había visto detrás de las puertas del frigorífico. La madre lo besó y él continuó llorando. Las reses colgadas de cientos de ganchos dibujaron en el recuerdo del niño una geografía que aún persiste. Tiempo después, recordaba el frío a través de la puerta entreabierta, los trajes blancos ensangrentados de los empleados y todo se volvió una metáfora que piensa cada vez que llega al supermercado.

En el mundo de los supermercados yo me perdí varias veces. Hace unos días, Randy “el carnero” Robinson despachaba alimentos en el almacén entablando con sus clientes una relación cordial y cómplice hasta que la vida real, la que se parece a la literatura, se reveló y ya no pudo andar sumiso y sonriente y así, abandonó todo, lanzó el pote de crema, se rebanó un dedo con la máquina de cortar y se fue, renunció. Abrió la jaula para volver bajo el ala de sus propias decisiones, sus luchas. Dueño de sí.

Oí al poeta contar una anécdota que recordaba su último encuentro con el escritor asesinado en marzo del ’77: cuando volvió al país, el país bajo el gobierno militar, recorrió clandestinamente los lugares por donde había acontecido su vida y al llegar al café donde conversó con el citado escritor por última vez antes del exilio, se encontró un supermercado.

Pensar en supermercados me hace casi imposible olvidar la crisis de Diciembre de 2001.

Pocas sensaciones son comparables a las que se suscitan al momento de encontrar, ahí, abandonado, oculto y detrás de otro producto, de mayor valor y casi abierto, el último ejemplar del producto ofertado. Qué importa que esté a punto de vencer o abollado. Es nuestro.

Siempre cuento los productos que llevo en el carrito, sueño y fantaseo que son menos de diez y puedo formar fila en la caja rápida. Claro que, siempre pasa lo mismo, son once o doce y la caja rápida va repleta.

Frente al supermercado de Vedado, en La Habana, comí el mejor pan con perro de mi vida. Entiéndase por lo anterior, un pancho.

De mi relación con el cine en la infancia tengo un recuerdo demoledor: en una película norteamericana que pasaban por canal 9 –creo que en aquel tiempo se hacía llamar Canal 9 Libertad – secuestraban a una niña en un supermercado y no aparecía jamás o eso imaginé. La madre volvía una y otra vez a preguntar pero nada. Mis padres no encontraron respuesta a las preguntas que les hice durante mucho tiempo. Creo que aún hoy desconozco el final de la historia. Sé que no tenía final feliz o creí eso mucho tiempo. Pero el supermercado como territorio con sus propias reglas nace a partir de este recuerdo.


Hubo un tiempo en que existió una cadena de supermercados llamada “Pinocho”. Cerca de mi casa había una sucursal. Cuando era chico, mi familia tuvo un negocio en “La República de los Niños”, más precisamente una pizzería. Por entre las cosas maravillosas que suponía para un niño de 11 años pasar días enteros en ese lugar, el Barco era mi preferida. Además de navegar por el lago, se montaba un espectáculo que incluía, como todo espectáculo para niños, un bueno – el marinero -, un malo- una especie de capitán garfio – y una princesa. El bueno trepaba al barco y después de una encarnizada lucha con el malvado, rescataba a la princesa y vivían una vida feliz que se repetía unas cuatro o cinco veces al día. Por ser habitué del espectáculo y del lugar, conseguía entrar gratis a casi todas las funciones. Pero prefería, evidentemente, mantener distancia respecto de los héroes y demonios, los prefería así, enojados entre sí, con sus máscaras y no con la realidad de ser Juan o Pedro en vez del Marinero Bondadoso o Mariana o Marcela en vez de la Princesa Cautiva del Lago. Así pasó el tiempo y el espectáculo se dio de baja y el negocio de mis padres también y yo crecí bastante. Unos días después de mudarme al barrio que ostentaba la sucursal de Pinocho y con una sorpresa inusitada el rostro de la cajera me resultó familiar. Creo que fueron dos o tres horas las que me llevó darme cuenta. La mujer que me había dicho: “Son 10 pesos” era la Princesa Cautiva del Lago y quise hablarle al encargado para contárselo.

Para terminar: en la mesa de saldos de una librería clavada en un supermercado, encontré un ejemplar que no encontré en ninguna librería del país. Los cuentos de “Teniento Bravo” de Juan Marsé a $4.


Augusto-2009

Supermercado IV

Bebidas

Entra luz por algún lado y hace frío. Anoche no encontré la frazada, por eso tengo frío.
Me pesa la cabeza, mucho. Mi cuerpo está como vomitado sobre la cama, desplomado, mi pierna izquierda está torcida.
De a poco abro los ojos, me cuesta horrores. No me quiero mover, no me quiero despertar.
Descalza, lenta, piso con cuidado porque recuerdo el ruido de un vaso roto. Hay un silencio denso, y siento que el aire caldoso es el mismo desde hace días.
Hay comida y olor a cerveza, botellas y tazas con líquido caliente, ceniceros a medias y cenizas por todos lados. Hay discos tirados, ahora veo la frazada, a los pies del sillón, manchada con algo naranja.
El espejo. Tengo cara de infeliz, como si me hubieran golpeado, los ojos me brillan.
Muy de a poquito empiezo a juntar, muy de a poco, como si tuviera miedo de que mi cuerpo fuera a romperse. Suena el timbre, me aturde.

Limpieza

Bañarse es algo mágico, el agua caliente te cambia la energía por completo. Igual todavía estoy medio aplastada. Ok, no más ruidos a la noche, hubo quejas. Es un bajón pero tienen razón, hoy es miércoles. Yo recuerdo la música muy fuerte. No sé de quién era ese disco.
Ultima advertencia, voy a tener que controlarme. Me tengo que ir a trabajar en un rato, toda la tarde con gente quejosa de los precios y el pip pip. Qué ganas de seguir durmiendo.

Casa otra vez. Todavía tengo que limpiar esto. Ojalá que este Cif sea bueno, ¡Mario es más vivo! Sólo nos podemos llevar a precio de costo lo que no le compra nadie.
Y ahora música tranqui. Teléfono.
No, hoy fiesta no. Marta me advirtió con mala cara, no me quiero quedar sin casa. Así que a limpiar.
Descalza, baldes, trapos, pianito de fondo, unos sahumerios.

Alimentos

¡Es la primera vez en años que no me emborracho en tres días enteros! Es raro… Y encima hoy es viernes, los chicos seguro que van a querer hacer algo. Pero no, tengo que aguantar una semana al menos, no puede ser que unas costumbres me puedan, no puedo depender de cosas o substancias, no más alcohol; también voy a dejar de fumar… Pero mejor de a poco, el faso lo largo la semana que viene.
Un fin de semana tranquilito, a ver qué se siente. Dos o tres pelis, comida, ¡Sí, me voy a cocinar! Cuando me mudé mamá me regaló un libro de recetas. A ver, debe andar por ahí. Acá está. Bueno, hoy me traigo alimentos.

¡Hogar tan dulce! ¡Qué día hoy! Los viernes la gente se vuelve loca, ¡y eso que es fin de mes! A ver cómo se prepara esto... Teléfono; no, hoy no atiendo.

Perumería

Domingo che. Se siente bien estar tranquila. Es raro, es como que estoy más sola y más despierta. Casi me podría poner a hablar conmigo en el espejo. En diez minutos me tengo que enjuagar. No digo que me voy a volver abstemia, pero está bueno sentirme como más limpia. Y es rico el olor a limpio, a jabón, a shampoo. Me gusta toda esta paz, podría adquirirla, hacerla costumbre, porque me siento bien así. Hora de enjuagar.

Importados

Las chicas se van a poner re contentas, tengo habanos, whisky, vodka, cafés y bebidas de todos lados. ¡Al fin se pusieron las pilas con la sección nueva! Se van a hacer un festín con todo esto. Las llamo.
Bueno, lunes de catar licores nuevos. Está bien. Los tengo casi regalados, hay que probarlos. En un rato llegan. Estoy bien despierta y con mucha energía aunque sea tan tarde. Se ve que el finde tranquilo ayudó. Ahora igual no me voy a emborrachar, sólo a probar todo y a verlas a las chicas un rato. ¡Ah, yo hoy iba a dejar de fumar! Pero bueno, es lo mismo, dejo mañana. Encima hay de todo para probar. Voy buscando una musiquita. Timbre, llegaron, y yo todavía descalza. Y mirá lo que trajeron.


Jose-2009

martes, 20 de octubre de 2009

Supermercado III

Espero un día ir al supermercado y cumplir mi sueño. Abrir una por una todas las latas de champiñones que haya en la góndola. Luego depositar amablemente los champiñones enteros y en rebanadas sobre el suelo. Hasta crear la montaña de champi! La montaña más rica jamás elevada al costado de las góndolas. Luego abrir un sobre de mayonesa golosa para echarle por encima. Y finalmente tirarme encima para disfrutar su sabor. Comerlos todos contenta. Nadar entre ellos. Una vez realizado voy a tratar de llevar a cabo mi sueño del palmito.

Juli-2009

Supermercado II

Camino. Mentira estoy quieta.
Acostada para ser más exacta.
Ahora no estoy pensando nada.
Ahora tampoco.
Ahora sí.
Pero no pienso publicar lo que estoy pensando.
Hay cosas que es mejor mantener en secreto.
Ayer fui al supermercado.
Compré muchas cosas que no necesitaba.
Cosas lindas.
Lindas para mí digo. No me importa qué les parezca lindo a ustedes.
Cuando llegué a casa puse todo sobre la mesa.
Me senté a mirar hasta decidir qué era lo que más me gustaba.
Cuando elegí lo guardé en el ropero.
El resto de las cosas las tiré a la basura.
Creo que hoy voy a tener que volver.
Me olvidé de comprar algo para comer.

Merri-2009

martes, 13 de octubre de 2009

Supermercado

Voy a escribir así, sin pensar, que es como mejor sale. Había una consigna de un supermercado pero no creo que me sienta capaz ahora mismo como para enfrentar eso. Los supermercados son muy grandes y tienen muchas luces y cosas, y aparte manejan al público consumidor de una manera de lo más oscura, eso lo leí en el libro de Packard sobre las formas ocultas de la propaganda. Y ayer fui a uno y pensé, listo, ahora me inspiro y mando una chorrada de cosas sobre productos locos y nuevos, y ya tengo la escritura para la reunión, pero ni ahí, llegué y me puse a tomar una cerveza con Meri y hablamos de otras cosas y todo se fue diluyendo hasta que ya no había nada más.
En verdad ahora pensaba escribir en sobre lo deprimida que me sentía y un montón de ñoñadas catárquicas, simplemente para descargar un poco, aunque ya me veía el día de la reunión imprimiéndolo y llevándolo, qué espanto, sólo por no tener otra cosa, como siempre dispuesta a humillarme más de la cuenta. Y nada, después me di cuenta que realmente estaba hablando sobre algo de supermercados, realmente estaba ocurriendo, y me aterré un poco y volví a la idea primera de arruinar todo, y ahora ya ni se qué decir, ni de los supers ni de cómo me siento porque medio me fui olvidando de por qué estaba triste y sólo queda un rastro de vergüenza de acordarme las cosas que he leído en público, impresentables.
Y yo había tenido la idea de eso de los supermercados, porque a mi es un lugar que me gusta mucho, siempre que voy la paso bien sobre todo en los grandes que tienen muchos rubros. Ayer por ejemplo estuvimos un buen rato y ni siquiera visitamos la parte de jardinería ni juguetes ni las mesas de saldos de libros, que siempre son malos pero esta bueno buscar, por las dudas. El otro día quise comprar uno sobre feminismo, y Chango en la caja me dijo ¿y esto? Así que lo deje porque también pensé que no quería gastar guita al pedo, y después pensé, claro, así es como siempre nos oprimen. Pero bueno, a lo que iba es que me parece que esas cosas placenteras no me dan ganas de contarlas, medio me las quedo para mí, y por eso me cuesta arrancar a escribir eso.
Después empecé a leer un libro que me pasó Ampi, se lo regaló Reno según veo en la dedicatoria. Es de ciencia ficción feminista, me parece que esta bueno, aunque desde que lo estoy leyendo me enojo con Chango más seguido, ahora todo tiene sentido con razón no quería que compre ese libro aquella vez. Después discutimos sobre si una sociedad enteramente compuesta de mujeres era aburrido o no, y el decía que sí porque no existiría Seinfeld. Lo que yo decía es que alguien más ocuparía ese lugar, Seinfeld sería una mujer y ya.

Voy al baño y descubro con sorpresa que cambiaron el papel higiénico por uno de excelente calidad. Me dan ganas de llorar. Es lo mejor que me paso en mucho tiempo, es casi como un algodón prensado hecho rollo, hoy ya fui al baño cinco veces y siempre me sorprende, es casi terapéutico ver ese papel genial. El eslabón perdido entre el papel y la tela. Siento por unos instantes satisfacción real, bienestar, una especie de paz con el universo. Compruebo para mi alegría que hay todavía varios rollos del mismo esperando en el armario. Me invaden olas de optimismo, la vida no es tan mala al fin de cuentas.


MO-2009

miércoles, 26 de agosto de 2009

Editorial


Los amigos del zapato naranja abren sus puertas al ciberespacio. En este sitio se irán publicando los textos gestados en los míticos encuentros repletos de amor y vino tinto. Les deseamos una feliz lectura.